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Plegarias para la Comunión

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Acto de fe antes de la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Cuando Te siento entrar en mí, oh Dios Eterno, Hijo del Padre, siento la necesidad de reanimar mi fe. ¡Eres Tú mismo quien ha venido a mí, Tú quien descendió en la Virgen María y convirtió su seno virginal en el santuario de Tu Majestad! Tú quien enviaste a tu Ángel, y ella le creyó cuando le dijo: Nada es imposible para Dios; el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la Virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Ella lo creyó, y concibió en sus entrañas a Aquél que la había creado. No me enviaste un Ángel, ¡oh, Salvador!, para decirme que vendrías sobre mí. Tú mismo me hablaste y me dijiste: Yo soy el pan de vida que viene de los cielos, aquél que coma de mi carne y beba de mi sangre vivirá en Mí, y Yo en él. Quisiste que estas palabras, pronunciadas hace más de veinte siglos, me llegaran a través de tu Iglesia para que yo las escuche con total certeza y que pueda humillar mi razón ante el más profundo de los misterios. ¡Creo, oh Salvador! Ayúdame en la debilidad de mi fe. Permíteme inclinarme, como María, ante Tu soberana razón; y ya que quieres venir hacia mí, quiero decir como ella, bajando la cabeza: « Que todo ocurra según tu palabra, porque yo no soy nada y Tú eres sabiduría y fortaleza ».

 

Acto de humildad antes de la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Pero, ¡oh, Salvador!, cuando elegiste tu morada en el seno de la gloriosa Virgen, descendiste de los cielos para entrar en otro Paraíso. La habías preparado, desde su concepción, con toda clase de gracias. Ella te había sido más fiel que todos los Ángeles y todos los hombres juntos. ¿Cómo puedes elegir entonces mi corazón, tan indigno, como morada? ¿Cuántas veces ha negado la entrada a tu amoroso llamado? Y aunque siempre hubiese sido fiel, ¿qué es su bajeza frente a Tu soberana dignidad? Isabel se humilla al recibir la visita de María: ¿De dónde me viene este honor? dice, y a mí no me visita solamente la Madre de Dios, sino Dios mismo, y de una forma tan íntima que una unión más cercana no es posible. Y me dices, habitarás en Mí y Yo en ti. ¡Oh, Hijo de Dios! Posas tus ojos en los más débiles y a tu corazón le agrada habitar en ellos. Esta conducta me llena de fascinación, pero cuando siento que voy a ser su objeto, no puedo evitar hundirme en mi propia nada y te suplico que me la hagas conocer para que pueda, cuando Tú vengas, confesar Tu Gloria, Tu Misericordia y Tu Poder Soberano.

 

Acto de contrición antes de la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Si yo pudiera, ¡oh Salvador! ser testigo de que mi insignificancia es el único obstáculo a la unión gloriosa a la que me invitas. Me aproximaría a Ti al lado de María la Inmaculada, mi augusta Reina, y osaría posar mi mano en el festín que ofrece ella, que se sienta a Tu lado. Pero nada hay de común entre el inocente y el pecador, entre la luz y las tinieblas. Yo he sido tu enemigo, ¡oh Salvador!, y Tú quieres entrar en mi corazón cuyas heridas vergonzosas apenas han cicatrizado. Tú anuncias que quieres habitar aquí como habitas en el corazón de María. ¡Ay! ¡Cómo me haces comprender la malicia de mis faltas, pues he ofendido a un Dios tan generoso, tan lleno de amor! ¿Qué puedo hacer yo, mientras espero el momento en que descenderás a mis tinieblas para transformarlas en luz, sino renovar el arrepentimiento que me causan mis numerosos pecados por los cual Te perdí y aquéllos por los que, sin perderte, te afligí? Acepta mi contrición, ¡oh, Salvador! Quiero prepararme para recibirte en mi corazón, enderezando en mí todo lo que se opone a la rectitud de tu Santa Ley.

 

Acto de amor antes de la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Pues, ¡oh, Salvador! Quisiera amarte como María misma Te amó. ¿Acaso no eres mi Soberano como fuiste el suyo? Y además, ¿no me has otorgado, perdonando mis pecados, una ternura que ella nunca necesitó? ¡Te amo, oh Jesús! Que vas a entrar en mí, y me regocijo por Tu venida con la que mi amor crecerá. Cuando Tú entraste en María ella había vivido en santidad y justicia, ella Te amaba únicamente. Mas cuando Te sintió en ella, cuando vio que eras una con ella, su amor se acrecentó aún más hasta lo inconmensurable. ¡Que lo mismo ocurra en mi corazón cuando Tu entres en él, oh Salvador! Pero ven pronto, pues aunque soy indigno de Tu visita, no puedo evitar desearla. Pues Tú eres el Pan de vida del mundo, el Pan de cada día, gracias al cual prolongamos nuestra vida hasta la eternidad. ¡Ven, pues, Jesucristo, Nuestro Señor! Mi corazón está listo y tiene fe en Ti. Santa Virgen María, por la alegría que sentiste al portar en tu interior a Aquél a quien cielo y tierra no podían contener, ayúdame para que Él encuentre mi alma purificada y atenta. Santos Ángeles que contemplasteis con admiración y respeto a esta simple criatura que portaba a Dios en su vientre, tened piedad de un pecador cuyo corazón que antaño fue del Diablo va ahora a reunirse con Dios en su tabernáculo. Santos hombres y mujeres del cielo, y especialmente vosotros, mis fieles Patrones, rodeadme ahora que va a descender sobre mí, hombre pecador y mortal, Él que vive para siempre en vosotros, justos e inmortales.

 

Acto de adoración tras la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

¡Soberana Majestad de Dios! Te has dignado a descender sobre mí. Este privilegio que antaño estuvo reservado a la Santa Virgen es ahora también mío. ¿Podré adorarte en este momento tan profundamente como ella te adoró? En ese instante supremo, el sentimiento de su bajeza y su indignidad la habría abrumado de no ser por que Tu amoroso afecto la sostuvo y propició esta unión inefable entre el Creador y la criatura. ¡Oh Dios mío! No puedo sentir con tanta intensidad mi bajeza y sobre todo mi indignidad pese a ser más grandes, pero al menos puedo ver que has tenido que franquear infinitos obstáculos para venir hasta mí, para ser mi bien y mi tesoro. ¿Qué podría hacer que sea digno de Ti? ¿Cómo podría compensar la humillación que has soportado por amor a mí? No puedo más que adorarte, que humillarme, si fuera posible, hasta la nada. Y como esta adoración es indigna de ti, oso ofrecerte en este momento aquéllo que Te ofreció la propia María cuando se supo Madre de Dios y durante los nueve meses que moraste en ella. Tú me la entregaste como madre, permite que disponga de los bienes que me otorga: ella los pone a disposición de todos sus hijos para tu Gloria.

 

Acto de agradecimiento tras la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Mas, ¡oh, Salvador! María no se conformó con adorarte ella misma; su bienaventurado corazón pronto se expandió en agradecimiento. Ella se supo elegida entre todas las hijas de su pueblo, es más, entre todas las generaciones que la habían precedido y todas las que la seguirían: su alma se inundó de alegría y su boca apenas pudo expresar la felicidad que habitó en ella. ¡Ay! dijo ella, Él que es poderoso ha obrado en mí grandes milagros. Él ha visto mi bajeza y todas las generaciones me proclamaron Bienaventurada. Y a mí, oh Salvador, ¿acaso no me has otorgado una gracia de entre mil y diez mil por el regalo que me haces ahora? Me hiciste nacer en el tiempo tras Tu Encarnación y hoy no puedo sino sentirme privilegiado por este bien. Tú estás en mi interior, conozco el valor de tu Advenimiento, pero ¿cuántos todavía no te tienen en su interior, cuántos no te conocen siquiera? Tú los has invitado a todos, esto es cierto, pero un gran número de ellos no ha querido venir; y aunque a mí me has llamado mediante tu Misericordia, tu Justicia ha permitido que otros te nieguen. Bendito seas, oh Dios, que amas a todas Tus criaturas y no quieres que ninguna perezca sino por su propia mano. Tú que multiplicas los infinitos bienes de Tu amor.

 

Acto de amor después de la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Te amaré pues, oh Dios, puesto que Tú me amaste primero. Y Te amaré incluso más ahora que has venido a mí, pues has centuplicado mi fuerza para amarte. ¿No hiciste lo mismo con María cuando la elegiste como tu Madre? Hasta ese momento, ninguna criatura te había sido más fiel, ninguna merecía más el mérito de ser preferida de entre todas las otras para este incalculable honor que concediste a una hija de los hombres. Pero cuando entraste en ella, cuando tu divina persona tocó su santa pero frágil mortalidad, María, transformada por así decirlo en Ti, conoció un amor que nunca antes había conocido. ¡Ay Jesús, haz que pueda conocerlo yo! ¡Que mi propia vida se pierda en la Tuya! Pues la visita con la que me has honrado no es una visita humana. No has entrado en mi casa sino en la intimidad de mi alma, y según la palabra de tu Santo Apóstol, yo ya no vivo, eres Tú quien vive en mí. Debo por tanto amarte si me amo a mí mismo, pues Tú habitas en mí y yo en Ti, ya no quiero separarme de Ti. Quiero que mi corazón y mi vida sean una con la Tuya, por toda la eternidad.

 

Acto de dedicación tras la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Pero, ay alma mía, si amas a Dios tu Señor, aspira a vivir para Él. La presencia de Jesucristo en María no se produce sólo en ella. Cuando ocurre, nace una completa devoción por la Gloria de Él, que es a la vez su Dios y su hijo. Esta presencia íntima sembró en María un fuerte apego a todas las voluntades divinas, que le dieron fuerza para atravesar todas las pruebas que la esperaban sin desfallecer. Tú has querido también, ¡oh Salvador!, darme fuerzas con esta visita. Hasta el día en que deba dejar este mundo para presentarme frente a Ti tengo que caminar un sendero repleto de obstáculos, algunos difíciles de superar. Si yo Te amo, triunfaré sobre todos. ¿Y cómo podría no amarte, si acabas de hacerme esta visita y la repetirás siempre que me presente a ti con un deseo sincero? Estoy en Ti como Tú estás en mí. Observa mi más grande debilidad y dame fuerza. Mi fe descansa en Tu misericordia, de la que acabo de recibir la más valiosa prueba.

 

Plegaria a Nuestra Señora, a los Ángeles y a los Santos tras la Comunión

(dom Guéranger, Año Litúrgico, Adviento)

Oh María, conserva en mí el fruto de esta visita de tu Hijo Divino. Ángeles del Cielo, conservad intacta la morada de vuestro Maestro. Santos y Santas, orad para que no pierda a este Dios soberano con el que estáis felizmente unidos por toda la eternidad.